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Federico Rubio y Galí (1827-1902) el autor de estas casi olvidadas yamenísimas memorias de infancia y juventud, fue un destacadoprotagonista de la vida española de la segunda mitad del siglo XIX.Como médico cirujano alcanzó grandes éxitos y una notoria popularidady también resulta relevante su incursión en la política de la primeraRepública y su influencia en los inicios de la Institución Libre deEnseñanza. El que estas memorias no abarquen su vida total sino sololo que podríamos llamar los años de aprendizaje no le restan a estasmemorias nada que importe ni disminuya su abrumadora humanidad y susonriente encanto. Una pequeña joya de la literatura autobiográficadel siglo XIX prologada en la presente ocasión por la alcaldesa deMadrid, Manuela Carmena, gran admiradora de esta obra.«El doctor Rubio nos habla de la necesidad de inculcar en todos y cada uno de nosotros la empatía. Y lo hace cuando estamos en pleno sigloXIX. El ser humano es siempre el protagonista de sí mismo y de sucapacidad de ser feliz, útil, bueno e imprescindible, al modo en quelo proclama Bertolt Brecht». Manuela CarmenaFederico Rubio y Galí (El Puerto de Santa María, 1827-Madrid, 1902).Estudió medicina en la Facultad de Cádiz, y en 1850, muy poco despuésde conclusa su licenciatura, obtuvo una plaza en el Hospital Centralde Sevilla. Pronto consiguió allí crédito prometedor, pero razonespolíticas, él fue siempre liberal y republicano, le obligaron alexilio. Como lugar de residencia eligió Londres, igual que AlcaláGaliano treinta años antes, para él, el Londres donde con tantabrillantez triunfaba sir William Fergusson, cirujano de «ojo deáguila, corazón de león y mano de dama», según el altisonante mote con que le distinguieron sus compatriotas. El contacto con Fergusson fuesobremanera fructífero para Rubio. A su vuelta, en efecto, puso anuestra cirugía en el nivel de la europea, con su temprana ejecuciónde intervenciones quirúrgicas todavía muy recientes y osadas: laovariectomía (1860), la histerectomía (1861), la nefrectomía (1874),la laringectomía total (1878), y pensando en la formación científicadel médico, tan deficiente en la España de entonces, organizóprivadamente cursos prácticos de histología y microbiología. No olvida entre tanto su ideal republicano. Tras la Gloriosa es elegidodiputado a Cortes (1869), en las cuales, aun admitiendo, cómo no, laseparación entre la Iglesia y el Estado, defiende un proyecto de leyencaminado a que las Diputaciones y los Ayuntamientos se hicierancargo del presupuesto del culto católico. La República le nombraembajador en el Reino Unido (1873), y sale airoso del empeño. Pero elhundimiento del régimen republicano le hace renunciar de por vida atoda actividad política. Seguirá, por supuesto, fiel a sí mismo, ypertenecerá al Partido Federal, no pasará de ahí. Desde 1875 hasta sumuerte, en 1902, la práctica hospitalaria y privada, su original,tenaz y valioso esfuerzo por elevar el nivel científico y técnico dela medicina española y su varia labor publicística, llenarán porcompleto sus horas.