Nehodí se? Vůbec nevadí! U nás můžete do 30 dní vrátit
S dárkovým poukazem nešlápnete vedle. Obdarovaný si za dárkový poukaz může vybrat cokoliv z naší nabídky.
30 dní na vrácení zboží
En 1948, once ańos después de que se publicara esta novela, André Gide, gran admirador del novelista belga, le escribía sorprendido: «żCómo es posible que no conociera aún El testamento? No puedo explicármelo. żCómo ha podido pasar inadvertido un libro como éste? (. . .) Es un libro notable y muy distinto a los demás. No tiene personaje principal, sino media docena de herederos situados en un mismo plano. Me maravilla que usted haya podido llevar eso a buen término (. . .)». Nada tiene de extrańo este comentario, pues Simenon concibió El testamento, una de sus novelas más extensas, como un auténtico desafío. Rompiendo con lo que hasta ese momento había sido su norma -centrarse en un solo personaje-, recreó múltiples historias paralelas para plasmar, poco antes de la segunda guerra mundial, la decadencia de cierta burguesía que estaba a punto de desaparecer. Sin embargo, explorador apasionado de la psicología humana, acabó prestando más atención al laberinto mental de sus criaturas que a las costumbres y la época. Cuando la viuda Donadieu y sus cuatro jóvenes hijos se reúnen para conocer el testamento del jefe del clan familiar -el armador Oscar Donadieu, muerto en circunstancias misteriosas-, ninguno de ellos puede sospechar hasta qué punto van a trastocarse sus grises y organizadas vidas provincianas. Nadie queda satisfecho y las pasiones se desatan. En efecto, las desconcertantes cláusulas de este testamento provocarán en cada miembro de la familia las reacciones más dispares: unos, presa de la ambición, los celos y el odio, harán lo que sea para gestionar la suculenta herencia, otros quedarán a merced de arribistas y seductores sin escrúpulos. Simenon parece conocer muy bien los estragos que un testamento puede provocar en una familia, por bien avenida que esté, cuando hay mucho dinero en juego.