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«Se invita a los jóvenes artistas de Zúrich para que acudan con suspropuestas y aportaciones sin que importe su orientación particular.»Así decía el llamamiento que Hugo Ball publicó en un periódico deZúrich el 2 de febrero de 1916 cuando decidió fundar el mítico Cabaret Voltaire, la cuna del dadaísmo. Y lo hizo sin saber quiénes acudirían ni qué llevarían. Tres días más tarde, el Voltaire abrió sus puertassin ninguna planificación previa. «Mítico» es un adjetivo que sueleasociarse, con frecuencia, al dadaísmo y a algunos de sus genialesrepresentantes: Tristan Tzara, primero en Zúrich y luego en París,junto a André Breton, futuro padre del surrealismo, George Grosz enBerlín, donde también destacaron artistas como Raoul Hausmann y Hannah Höch, pioneros del collage y del fotomontaje, y Richard Huelsenbeck,autor del insustituible Almanaque dadá, la pareja Duchamp-Picabia consu dadaísmo neoyorquino? Pero, como oportunamente se pregunta el autor de este libro, ?qué hubo de verdad y qué de mito en el origen y laevolución del dadaísmo? En cualquier caso, esta amena y documentadabiografía colectiva, en la senda de los trabajos de historia narrativa de Barbara Tuchman y Peter Gay, retrata las figuras y los momentosmás brillantes de un movimiento que transformó radicalmente el artedel siglo XX y cuyas ramificaciones llegan hasta nuestros días. Unarevolución antiacadémica y provocadora que, partiendo de la idea dedestrucción, logró construir obras artísticas y literarias de unafrescura y una vitalidad que aún no se han apagado. Sin dadá, nos dice Jed Rasula, hoy no tendríamos collages musicales, ni fotomontajes, ni happenings? Y ni siquiera habrían existido el surrealismo, el pop art y el punk. «Sin dadá, la vida moderna tal como la conocemosdifícilmente podría calificarse de moderna.»