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¿Puede hablarse de constitucionalismo aplicado al sistema político dela antigua Roma?¿No se trata de un ámbito del pensamiento políticopropio de la Edad Moderna? A la primera pregunta el autor de estelibro responde de forma netamente afirmativa. La experiencia políticaromana, evidentemente la de época republicana, pero también la de losperíodos anterior y posterior, es decir, el de la Monarquía (hastafinales del siglo VI a.C.) y, sobre todo, en el Imperio, tras lacrisis de la República y la llegada de Augusto al poder (al final delsiglo I a.C.), se construyó sobre el principio de la limitación delpoder político por la norma jurídica -costumbre y ley- y el respeto de los derechos políticos y privados del ciudadano. Incluso en la época imperial, en el plano local o municipal, elrégimen político de las ciudades conservó en sus ámbitos respectivosgran parte de los mecanismos políticos de la anterior época deesplendor, singularmente las instituciones de participación ciudadanay las limitaciones impuestas al poder de los cargos públicos.Todo este legado se transmitió a Occidente en los siglos sucesivos,como un ideal más o menos oscurecido, pero nunca extinguido y siemprepresente, según demuestra la historia del Derecho medieval y lalectura de autores como Juan de Salisbury, Tomás de Aquino o Dante,para citar sólo algunos ejemplos de primer orden. Los sucesivosrenacimientos que conoció Europa fueron también intentos derecuperación del pasado romano (y también griego, éste como unareferencia meramente teórica, pues no había tenido continuidadhistórica), en el que se reconocía un ineludible punto de partida y un fecundo depósito donde buscar los principios esenciales de una teoría constitucional digna de tal nombre. Sin el modelo romano no puedenentenderse las categorías básicas de la moderna idea de constituciónen sentido sustancial, desde Maquiavelo hasta nuestros días, pasandopor las revoluciones americana y francesa.